Uno
de los hombres que se cuestionó el origen de la vida fue el filósofo griego
Aristóteles, quien creía que la vida podría haber aparecido de forma
espontánea. La hipótesis de la generación espontánea aborda la idea de que la
materia no viviente puede originar vida por sí misma. Aristóteles pensaba que
algunas porciones de materia contienen un "principio activo" y que
gracias a él y a ciertas condiciones adecuadas podían producir un ser vivo.
Este principio activo se compara con el concepto de energía, la cual se
considera como una capacidad para la acción. Según Aristóteles, el huevo poseía
ese principio activo, el cual dirigir una serie de eventos que podía originar la
vida, por lo que el huevo de la gallina tenía un principio activo que lo
convertía en pollo, el huevo de pez lo convertía en pez, y así
sucesivamente. También se creyó que la
basura o elementos en descomposición podían producir organismos vivos, cuando actualmente
se sabe que los gusanos que se desarrollan en la basura son larvas de
insectos. La hipótesis de la generación
espontánea fue aceptada durante muchos años y se hicieron investigaciones
alrededor de esta teoría con el fin de comprobarla.
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